Con esta fotografía se termina la «cuatrilogía» (si es que se puede llamar así) de los retratos familiares en blanco y negro.
No se trata de un autorretrato, ya que la fotografía realmente la tomó Lydia. Cogió la cámara en sus manos, se preparó, me preparé, y disparó. Mi postura no era tan inclinada como aparece en la fotografía, pero ella entendió (y con razón) que era más original así, y yo cumplo presentándola tal y como se tomó.
Aquí tenéis el resultado en su conjunto…